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Francisco Rivera: “La muerte baila conmigo cada tarde”

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(FOTO: Getty Images y Cortesía Francisco Rivera)

El próximo 7 de febrero se presentará en la monumental Plaza México, su primera aparición en el ruedo  tras una cornada que casi le quita la vida. En exclusiva platicó con CLASE sobre lo que significa para él la fiesta brava y el privilegio de vivir de y para este arte. Desde el día en que nació Francisco Rivera Ordóñez (Madrid, 3 de enero de 1974) ha estado rodeado de fotógrafos. Hijo del célebre torero “Paquirri” (que murió por una cornada cuando él tenía sólo diez años), y de Carmina Ordóñez, (hija del torero Antonio Ordóñez y fallecida hace unos años), en 1998 se casó en la catedral de Sevilla con la hija de la duquesa de Alba, Eugenia Martínez de Irujo, de la que se separó unos años después. Ella le hizo duque consorte y padre por primera vez de Cayetana, que tiene 16 años. Y con Eugenia se convirtió en personaje favorito de las revistas del corazón. En el año 2002 se divorciaron y hace dos años Fran, como le conocen sus amigos, se casó con la abogada sevillana Lourdes Montes, con quien tuvo a Carmen, quien tiene cinco meses.En su infancia fue un pésimo estudiante empeñado en ser torero así que con sólo 17 años, su madre le firmó un documento con el que le autorizaba torear. El 23 de abril de 1995 con 21 años tomó la alternativa en la Maestranza de Sevilla junto con Juan Antonio RuizEspartaco”  y con Jesulín de Ubrique de testigo. Ese día dejó de ser “el nieto de” para convertirse en torero. Desde entonces ha protagonizado más de mil corridas, ha matado a más de mil 500 toros y ha sido premiado con infinidad de orejas. También tiene la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.Hijo, sobrino y hermano de toreros, hace unos días Rivera se hizo una foto toreando una vaquilla con su bebé en brazos. Aquello provocó un enorme revuelo en las redes sociales y en los medios de comunicación. El Defensor del Menor, Jesús Maeztu, llevó el caso a la Fiscalía de Sevilla que después de escuchar su declaración lo archivó. Él no entiende la polémica. Dice que en todo momento su hija estuvo segura y que jamás habría arriesgado su vida. Y así zanja el tema. Se quiere concentrar en su viaje a México y en la corrida que ofrecerá este domingo 7 de febrero en La Monumental, donde reaparece después de la grave cogida que sufrió hace unos meses en España y que estuvo a punto de costarle la vida. Apenas unas horas antes de subirse al avión acepta hablar con CLASE. Y lo hace de toros, pero también de México, un país que le encanta y al que siempre que puede viaja.  Y donde no toreaba desde hace muchos años.“México me encanta, me apasiona. Voy cada año de turismo y ahora tenía muchas ganas de volver porque hacía mucho que no toreaba allí, por lo menos 14 años. Así que estoy muy ilusionado y emocionado. Para un torero estar en la Plaza México es lo máximo, es como torear en Sevilla, un sueño”, asegura. “También el público mexicano me encanta. De hecho, creo que el público español tiene mucho que aprender de ellos. La gente en México va a los toros a disfrutar y no a examinar. Además en México la gente tiene una sensibilidad especial, se valora todo y se respeta al torero. En España una gran parte del público va a los toros a examinar al torero y a mirar lo que hace mal, y se han olvidado de disfrutar un poco. Hay que ir sin prejuicios”, añade.Rivera Ordóñez ha viajado a nuestro país una semana antes de la corrida para adaptarse al horario, a la altura “es más cansado torear allí” y “para agarrarle el tacto al toro mexicano”. Dice que es distinto del español. “Tiene una embestida  mucho más espaciosa, y que es mejor para torear bien pero también es más difícil porque es un toro que tiene un temple complicado”.Será una corrida muy especial para él no sólo por los 70 años que cumple la Plaza sino porque supone su reaparición tras la cornada que sufrió en agosto pasado que casi le cuesta la vida. “Estoy nervioso porque en México va a ser la primera vez que me pongo un traje de luces, pero también estoy muy ilusionado”, dice.Después de 17 años toreando, el 13 de octubre del 2012 se retiró sin decir nada. “Lo llevaba madurando un tiempo”, reconoce. Sin embargo, a los dos años volvió. “Pensaba que iba a ser definitivo, pero las ganas de ser torero y la ilusión me ganaron”. Echaba de menos “todo”. “El torear en la plaza, las sensaciones, la responsabilidad, la descarga de adrenalina, la convivencia con la cuadrilla...”, repasa. Asegura que la vida de torero “es maravillosa, muy dura y muy sacrificada pero tiene su recompensa”. Y añade que “mil veces que naciera mil veces que querría ser torero”. Tras sufrir la peor cornada de su vida está recuperado. Lleva muchos meses entrenándose a nivel físico para su reaparición. Cuenta que el toreo es un arte, una forma de expresar unos sentimientos que es lo que llega al público, pero tiene una parte de entrenamiento físico exhaustivo, hasta el más alto nivel de competencia. Y lo compara con un atleta olímpico. “Un atleta olímpico cuando se prepara tiene que conseguir correr un segundo más rápido, un torero también. La diferencia es que en ese segundo el torero puede salvar la vida”. Pero además de un entrenamiento físico también hay un entrenamiento técnico. “El capote y la muleta tiene que ser una prolongación de tu cuerpo. El peso, el tacto y la velocidad son matices muy pequeños que hay que dedicarle muchas horas”, explica. Y una preparación mental. En este sentido reconoce que el miedo está siempre presente. “De las cosas que más nos cuesta a los toreros es asumir ese miedo”, esgrime. “El torero no es un loco que va a la plaza sin pensar. Va a torear, es consciente del riesgo que corre y lo asume, e interiorizar ese miedo es lo más complicado. No es malo tener miedo -aclara-, lo malo es que el miedo te pueda a ti”. Él, para controlar ese miedo desde hace 16 años entre 3 y 4 veces a la semana practica el Aikido, un arte marcial de defensa personal japonés. “Forma parte de mi vida y me ha ayudado porque es autocontrol, es capacidad de acción reacción, te enseña a enfrentarte a tus miedos, a controlar, es meditación, concentración y todo eso a alguien que se está jugando la vida le ayuda mucho”, explica. A lo largo de su vida Fran Rivera ha toreado unos mil 500 toros. Y cada día que tiene que salir al ruedo sigue el mismo ritual. Se levanta, come temprano, “normalmente pasta que es energía”, y siete horas antes de empezar la faena no ingiere nada más “para tener la digestión hecha y que no te pese el cuerpo, y por si hay que intervenir”, explica consciente de que una cornada le puede llevar al quirófano. Pasa el día tranquilo, descansando, después de comer se duerme la siesta, luego sale a correr para calentar como cualquier deportista, vuelve al hotel, se ducha y se va a la plaza. “Mi mejor técnica de relajación es mi siesta”, cuenta divertido. “Me duermo seco, y cuando me despierto paso mucho frío. Bueno, paso mucho frío todo el día. De hecho al dormir la siesta me tapo mucho, sudo mucho y a la vez estoy muerto de frío. Y es que el miedo es frío”, reconoce.Siempre que puede su mujer y su hija mayor le acompañan a la plaza. “No me desconcentra que estén conmigo. Al contrario. Me gusta que vivan conmigo esos momentos”, comenta. Y explica divertido que cuando se va vistiendo su mujer dice “que se me va poniendo cara de ‘Paquirri’”. Es decir, cara de torero. “De repente cambio, dejo de ser Fran y me convierto en “Paquirri”, y no presto atención a nada de lo que me dice. Es un momento muy íntimo que vivo con ellos, con mi mozo de espadas y con algún amigo muy cercano, pero con nadie más”. El momento de salir al ruedo es “el más complicado y en el que pasas más miedo. Sientes la emoción de estar allí, esa carga de responsabilidad, también ese momento de cumplir tu sueño. Y lo que tienes es muchas ganas de que salga el toro para empezar a torear”. A sus 42 años ahora vive el toreo de otra forma. “Con la edad se tiene más miedo, pero también disfrutas más. Antes estás a sangre y fuego y la responsabilidad no te deja disfrutar de todo lo maravilloso que es ser torero. Yo ahora disfruto de ver a los compañeros,  lo que hacen para ti, son superhéroes, de la gente, del instante en el que sale el toro, de cada muletazo, de esa sensación que tienes de que vas a darlo todo y a disfrutar cada segundo. El domingo seré un privilegiado de vivir aquello, de estar allí, en la plaza más grande del mundo, de hacer el paseíllo ante toda esa gente. ¿Cuánta gente puede vivir esa experiencia? Muy poca. Yo voy a disfrutar de eso, de cada segundo, para que quede dentro de mi alma y recordarlo el resto de mi vida”, concluye. ¡Mucha suerte maestro! Tradición que causó polémicaEn lo que para Francisco Rivera era una muestra de orgullo y tradición al torear una vaquilla con su bebé en brazos, pues: “Mi abuelo toreó así con mi padre. Mi padre toreó así conmigo, y yo lo he hecho con mis hijas Cayetana y ahora con Carmen”,  se convirtió pronto en una polémica en las redes sociales. Sin embargo, de inmediato recibió el apoyo de la comunidad taurina  y de su esposa Lourdes Montes quien aseguró nunca sintió temor por este hecho.

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Quote: 
Mil veces que naciera mil veces que querría ser torero”
Autor: 
Texto: Ana Anabitarte / Fotos: Getty Images y Cortesía Francisco Rivera
Entradilla: 
Nieto, hijo, sobrino y hermano de toreros, lleva orgulloso un legado familiar taurino que a sus 42 años sigue siendo su vida.
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